domingo, 15 de enero de 2012

Amar merece la pena .

A ti,  al amor de mi vida ,  te diré lo que no fuiste para mi.
Nunca fuiste TODO, pues necesitaba a más gente que tú para ser feliz.
Nunca fuiste "Mi vida" pues nunca tuve tu amor, y aún con ese peso sobreviví sufriendo pero sobreviví.
Nunca fuiste "Lo más importante" pues tengo muy claro que antes que el amor va la amistad y la familia.


Con ésto te quiero decir, amor, que no hacen falta esos tópicos para querer de verdad a una persona, para quererla totalmente con el corazón en la mano.
Nunca fuiste mi todo, ni mi vida, ni lo más importante.
Pero si fuiste a la persona que más quise en mi vida. Fuiste esa sensacíón que te aprisiona el corazón y te hace difícil respirar. Fuiste durante mucho tiempo un ejemplo a seguir. Si tú sufrías, yo sufría. Si tu reías, yo reía. Fuiste roces en la mejilla que  hacían que mi cuerpo (sólo el mío) soltara chispas. Fuiste estados desolantes, pero también estados de euforia.


Tú, sin nisiquiera saberlo me enseñaste a amar. Eras mi amigo, nunca fuiste más que eso. Pero aún así te convertite en mi puñetera droga, mi preciada heroína. Esa, con la que al principio te conformas con pequeñas dosis, pues verte era suficiente , hablar contigo ... Pero cuánto más tomas de ella, más quieres, más necesitas, por la que  harías lo que fuera para conseguirla en más cantidad , pues quería tus besos, quería fundir nuestros cuerpos y tantas otras cosas que sólo te lo susurraría a ti sensualmente al oído... Pero esas dosis , amor, no llegaron nunca a mis manos y yo, cómo tanta otra gente en mi situación , tuve que abrir los ojos.
Tuve que reabilitarme con la dura realidad . Saber que esas dosis estaban y siempre lo estarían prohibidas para mi .


Y me curé, amor , seguí adelante después de una constante lucha entre decepciones alérgicas a las sonrisas.


Pero mereció la pena quererte, amor, nunca lo dudes. Pues amar con tanta intensidad es una sensación que todo hombre o mujer necesita experimentar una vez en la vida  para darse cuenta de que están vivos, de que no siempre la razón puede ganar a sus corazones palpitantes de tristezas y alegrías.

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